Conocer un problema ambiental, ser consciente de su importancia,
incluso reconocer la necesidad de actuar para mitigarlo o resolverlo, no
supone que se vaya a actuar de forma responsable en relación al
problema. Igual que se plantean barreras al conocimiento, también hay
barreras específicas que obstaculizan la acción responsable frente al
cambio climático. Si el hecho de renunciar a determinados
comportamientos, sustituyéndolos por otros responsables, es percibido
como muy costoso, es más improbable que la gente acceda a cambiarlos. De
hecho, la falta de consistencia entre actitudes favorables al ambiente y
comportamientos responsables se puede explicar en función del costo que
requieren estos comportamientos. Las actitudes positivas en relación
con el ambiente se expresan en comportamientos de bajo costo, como reciclar, pero no en comportamientos de alto costo, como renunciar a realizar un viaje.
El clima de la Tierra nunca ha sido
estático, pero en la actualidad existe un consenso científico, casi
generalizado, en torno a la idea de que nuestro modo de desarrollo
económico y consumo energético está alterando el equilibrio climático.
Una de las principales causas es el calentamiento global provocado,
entre otros factores, por el aumento del efecto invernadero, debido a un
exceso de emisiones de CO2.
El CO2 o dióxido de carbono,
junto al vapor de agua y otros gases, es uno de los denominados gases
de efecto invernadero (G.E.I.). Juntos contribuyen a que la Tierra tenga
una temperatura tolerable para el desarrollo de la vida porque sin CO2
ni vapor de agua la temperatura media de la Tierra sería unos 33 °C
menos, del orden de 18 °C bajo cero, lo que haría inviable la vida. Este
fenómeno del efecto invernadero se da no solo en la Tierra, sino en
todos los cuerpos planetarios dotados de atmósfera.
Sin embargo, un exceso de emisiones de CO2
acentúa el efecto invernadero, lo que reduce la dispersión de calor
acumulado por la radiación solar en la superficie del planeta hacia el
espacio y provoca un mayor calentamiento de la Tierra. De modo que el
problema surge cuando el efecto invernadero se acentúa por la emisión
excesiva de ciertos gases, como el dióxido de carbono y el metano,
debido principalmente a la actividad humana.
¿Qué cambiar en nuestro estilo de vida para reducir las emisiones del CO2?
- Las empresas eléctricas, responsables del 24% de la emisión de dióxido de carbono (CO2) deben aumentar su eficiencia, utilizar los combustibles y procesos que emitan menos gases efecto invernadero y aumentar la proporción de energías renovables.
- Las industrias consumidoras de energía, responsables del 16% de emisiones de dióxido de carbono (CO2) deben optimizar sus procesos para aumentar su eficiencia.
- Fomentar formas de transporte que consuman menos energía por viajante como transporte público, carburantes menos contaminantes, entre otras medias.
- Fomentar la eficiencia energética de los edificios, y consumir mas eficientemente la energía en las oficinas y en el hogar.
- Aumentar las superficies vegetales que actúan como sumideros, es decir que absorben carbono, evitar la deforestación y aumentar las repoblaciones, especialmente de especies arbustivas.
Existe una relación directa entre el calentamiento
global o cambio climático y el aumento de las emisiones de gases de
efecto invernadero provocado por las sociedades humanas.
Si el desarrollo mundial, el crecimiento demográfico y el consumo
energético basado en los combustibles fósiles, siguen aumentando al
ritmo actual, antes del año 2050 las concentraciones de dióxido de
carbono (CO2) se habrán duplicado con respecto a las que había antes de la Revolución Industrial.
Resulta evidente que la respuesta de las sociedades humanas ante el
reto del cambio climático no se corresponde con la gravedad del
problema. El tránsito hacia una sociedad libre de combustibles fósiles afecta a intereses corporativos muy importantes y las reacciones contrarias al cambio son intensas en ese sector.
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